jueves, 29 de septiembre de 2011

La Privacidad en los Espacios Públicos por Miriam Fox



Después de que yo leí La novela del tranvía de B.P. Galdós, reflexioné sobre el deseo del espacio propio de cada uno y la privacidad adentro de los transportes. Me impresiona que los otros pasajeros que el narrador encuentra durante el relato y también todos los pasajeros del metro en Madrid hoy día están tan preocupados sobre la privacidad durante un viaje por transporte público, en un espacio que en realidad todos comparten.
El primer ejemplo de ese deseo en el cuento aparece con el personaje de la mujer ingles. El narrador la describe como una “irascible ingles” porque ella se hace enfadada cuando él invade su propio espacio por accidente. Además, el protagonista trata de explicar la situación a la mujer pero ella esta convencida que él es loco o tal vez muy borracho y comparte esa creencia con otros pasajeros con que el protagonista interacciona. Aunque la mujer ingles está preocupada con el derecho de la intimidad con respecto al espacio físico, el narrador se encuentra con otros pasajeros que desean el derecho a la privacidad en relación con sus conversaciones  adentro de este tranvía público. Cada vez que el protagonista quiere intervenir en una conversación para ayudar lo que piensa que es el conflicto entre la Condesa, su esposo, y el Mayordomo, los pasajeros no le agradece por sus intentos de ayuda y en realidad están un poco molestos que él ha interrumpido su conversación privada. En la opinión de esos pasajeros, sus problemas no deben estar discutido o compartido con los desconocidos. En los días recientes, he observado en el metro el mismo sentimiento del derecho a la intimidad y el espacio personal.
En Madrid y en mi ciudad de Boston, Massachusetts cuando entra en la estación o parada de un transporte público, es común que ve gente que vive sin casa, o en pobreza, pidiendo dinero y a veces tocando un instrumento. Un viaje en el metro también es bastante barato que esa gente puede entrar y usar el espacio público adentro del transporte como un lugar para adquirir dinero. Ellos usan el espacio adjunto donde puede ser tan difícil ignorar o evadirlos. A mi no me molesta, pero creo que mucha gente se siente incómodo que hay otros que están demostrando sus problemas y pidiendo ayuda en un espacio tan público.


Por ejemplo, hace algunos días estaba en el metro cuando empezó a hablar una mujer. Dijo, “disculpe la molestia, mi esposo ha tenido un accidente y ahora no puede trabajar,” y continuó a explicar su situación desesperada con su hijo que ya no tiene comida. Por fin, pidió dinero o comida de la gente que estaba en el metro. Sus palabras parecen bien ensayadas y su voz le falta la emoción, pero creo que es el resulto de la fatiga que ella siente cada día con las dificultades que tiene en su vida. Miré las reacciones de los pasajeros, o mejor dicho la falta de reacción. Nadie le ayudó. Era como si nadie hubiera oído las palabras de ella y ninguna persona quería mirarle a los ojos porque, en mi opinión, se sienten culpable de no ayudarle. Hoy por la mañana había un hombre muy pobre en el metro que estaba diciendo, “una ayuda o comida, ¡por favor!” en un tono agresivo. Otra vez no recibió nada, ni reconocimiento ni dinero.


Admito que estoy culpable también, porque yo no le di nada aunque estaba mirándole con interés. Después de esas instancias, me acosa la cuestión que ¿es justo este uso del espacio público? Si es justo, ¿debe haber tanta molestia en las reacciones de los desconocidos? Y si no es justo, entonces en realidad ¿qué significa lo público en el sentido de los lugares de una ciudad? ¿Somos demasiados ensimismados con lo que definimos el público y el privado o personal? ¿Qué significa que la gente siente incómoda con el acto de compartir o manifestar problemas personales en un espacio público? Por fin, ¿qué demuestran esas anécdotas sobre las interacciones interpersonales en los espacios públicos? Son cuestiones y problemas de cada cuidad y sociedad contemporánea, pero también, como ilustra el cuento de Galdós, no son cuestiones nuevas sino que han existido por mucho tiempo, desde al menos el siglo XIX. 

1 comentario:

  1. Miriam - me encanta la sinceridad de tu entrada. Creo que muchos de nosotros podemos identificarse con esta idea de sentir incómodos cuando gente nos se acerca, especialmente en el metro, donde se puede "escapar" de estas interacciones. Sin embargo, estoy menos incómoda ahora, tanto que he vivido aquí por más de dos meses - creo que porque soy no de una ciudad grande sino de un pueblo pequeño, antes no solía estar tan rodeada por gente que no conociera. Ahora, no me molesta tanto, y estoy más interesada en las vidas de esta gente y como podemos aliviar el sufrimiento de los que ruegan. - Courtney Matteson

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